Centroamérica entre líneas
Centroamérica entre líneas: un blogcast de libros
Oyonïk
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Oyonïk

de Julio Cúmez

Historia y memoria son dos palabras que se entrelazan para reconstruir un pasado y un presente doloroso de una región, la centroamericana, en la que la mayoría de sus países cuentan con recientes heridas sociales a medio cicatrizar, producto de los intensos conflictos armados vividos y devastadores gobiernos de corte militar durante décadas. Una región que trata de reconstruirse a través del perdón y el olvido, sin ser conscientes del riesgo que conlleva esta última palabra. No se puede olvidar aquello por lo que se ha pasado, y no exactamente por un ánimo de venganza u odio perpetuo; todo lo contrario, para no repetir esos errores, para no quedarse anclados en los mismos sucesos y de esta forma crear un sentido de responsabilidad social y cultural en nuestra sociedad.

Los conflictos armados centroamericanos, el terrorismo de estado y la intervención militar estadounidense sucedidos en la región tras el triunfo de la Revolución Sandinista nicaragüense en 1979, impulsó una intensificación de la lucha revolucionaria por la implantación del socialismo en Centroamérica. La agresiva política exterior de Estados Unidos supuso un incremento mayor de la guerra en la región centroamericana. Una prolongada y brutal confrontación armada entre las fuerzas guerrilleras y la violencia desatada por los gobiernos regionales, convirtieron a Centroamérica en la región más volátil y convulsa del mundo en el marco de la Guerra fría. Si bien es cierto que la historia de Centroamérica está hilvanada con las punzadas de gobiernos dictatoriales militares, solo El Salvador y Guatemala vivieron formalmente los embates de guerras civiles o conflictos internos armados.

El Salvador, que ya tenía conflictos con su vecino Honduras desde los años 1960, a raíz de la guerra del fútbol, a finales de los años 1970 iniciaría una serie de guerrillas internas entre el gobierno militar de ese país y el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN). Producto del descontento social, se produce un estallido total de la guerra civil. Estados Unidos apoyó al gobierno militar salvadoreño con dinero, formación y armas. Un conflicto que terminó a principios de la década de 1990 y en el que murieron entre 75.000 y 90.000 personas.

En Guatemala, tras el golpe de Estado que derrocó a Jacobo Árbenz en 1954, respaldado por una agencia del gobierno federal de Estados Unidos, se produjo una guerra civil en Guatemala entre 1962 y 1996. Las causas más comunes de este conflicto han sido señaladas como la desigualdad social y económica, la exclusión política y cultural y el desconocimiento de los derechos de amplios sectores sociales, sobre todo de los pueblos indígenas. Tras más de 36 años de conflicto, se cometieron un total de 626 masacres contra comunidades de campesinos, dejando alrededor de 250,000 personas muertas o desaparecidas.

Las transiciones en ambos países estuvieron determinadas por la necesidad de poner fin a conflictos armados. La paz de El Salvador se firmó en enero de 1992, tras una serie de acuerdos donde se preveía el establecimiento de una comisión de la verdad, una comisión ad hoc para la depuración de las fuerzas militares, y donde además se advertía sobre la urgencia de reformas estructurales al sistema de justicia. En Guatemala la paz fue firmada en diciembre de 1996 y, como ocurrió en el país vecino, los acuerdos plantearon la necesidad de reformar el sistema judicial y establecer una comisión de la verdad, conocida como la Comisión de Esclarecimiento Histórico.

Ambos países buscaron enfrentar su pasado violento a través del esclarecimiento de la verdad. No obstante, se advirtió también sobre la necesidad de reformar instituciones, reducir la impunidad y juzgar a los máximos responsables. A su vez, tanto los acuerdos de paz como los informes de las comisiones de la verdad señalaron que debían implementarse programas de reparación a favor de las víctimas, alcanzando resultados dispares a lo largo del tiempo. Lo cierto es que décadas después de la finalización de los conflictos armados centroamericanos, las voces que reclaman al Estado la reparación por los abusos del pasado todavía no se apagan y la experiencia comparada hace prever que será así por muchas décadas más. Y más aún en un contexto sociopolítico y económico como el centroamericano, caracterizado por una tasa de desempleo abierta de solo el 7% promedio, pero con una informalidad que trepa al 60% en el segmento de los jóvenes, con un 70% de jóvenes que no terminan el bachillerato y con dependencia económica cada vez más alarmante en las remesas. Según un informe de Diálogo Interamericano, estas significan más del 20 % de sus respectivos PIB, llegando al 31% en el caso de Honduras.

Los países de la región centroamericana se incluyen entre los 25 más desiguales del mundo, en los que el 10% de la población concentra el 83% de la riqueza. Centroamérica parecen convivir y entrecruzarse fuerzas multicausales que la convirtieron en una región resiliente –“anti-frágil”– con capacidades para superar crisis dantescas (como la pasada pandemia o desastres climáticos), pero que al mismo tiempo es “quebradiza”, producto, probablemente, de sistemas políticos que por décadas vienen construyendo proyectos de poder (de diferente signo ideológico), pero no proyectos de desarrollo económico ni de cohesión social. Tantas necesidades insatisfechas o precariamente resueltas por los gobiernos han hecho mella, indiscutiblemente, en la percepción que la población centroamericana tiene de la democracia y de los partidos políticos.

Definitivamente con los actuales gobiernos de los países de la región, no hay atisbo de esperanza para un cambio orientado a la cohesión social que nos permita avanzar en el camino hacia la reconciliación. Las medidas lacerantes a los derechos humanos y el estado de excepción instalado por el gobierno de El Salvador para frenar una ola de violencia se acabó por replicar en la vecina Honduras, incluida la suspensión de garantías constitucionales que acompaña a esta medida, aunque cabe mencionar que el gobierno hondureño es bastante más respetuoso de los derechos humanos. En Nicaragua, una cooptación sistemática de la institucionalidad y el sometimiento de los otros poderes del Estado ha desembocado en la consolidación de su actual régimen dictatorial. En Guatemala, que sale de un período de criminalización y persecución de jueces, fiscales y periodistas independientes, el nuevo gobierno de aire progresista tiene poco margen de maniobra con un sistema judicial corrupto y un avorazado empresariado elitista posicionado en los principales espacios de toma de decisión estatal. Y Costa Rica, cuya imagen de respeto a los derechos humanos, de justicia social, de empleos dignos, de una justa distribución de la riqueza, hace tiempo que saltaron por los aires, a la vista de la cantidad de personas que se han visto empujadas a la miseria, desempleo, delincuencia o narcotráfico.

Ante esta realidad centroamericana que arrastra hemorragias emocionales y brechas sociales de su recién pasado, herido en la mayoría de los países por guerras civiles y dictaduras, hace muy difícil que la región abrace su desarrollo sino resuelve, o al menos intenta, buscar la reconciliación y la justicia con la memoria, especialmente con aquellos grupos sociales vulnerables y sobrevivientes de los conflictos armados.

Desde el plano colectivo, la reconciliación es tan urgente, como la paz misma con justicia social. No se trata de una dádiva política ni tampoco una amnistía total; se trata de asumir un perdón auténtico por todos los desaciertos, abusos y guerras sucias del pasado, pues de lo contrario los acuerdos de paz y los principios constitucionales nunca podrán cobrar vigencia y obediencia a los mismos preceptos. Todos los pueblos del mundo, especialmente el centroamericano, han tenido crímenes horrendos, y hemos visto que la mayoría de ellos se pueden ir superando con medidas legales en nombre de la paz y la prosperidad y el desarrollo igualitario.

Desde el plano individual, la reconciliación es un viaje de autodescubrimiento y crecimiento personal. Requiere valentía, paciencia y compasión hacia uno mismo. Al enfrentar y sanar nuestras heridas emocionales, podemos liberarnos del pasado y crear una vida llena de bienestar, amor propio y relaciones saludables. La reconciliación es un proceso en el que las partes involucradas inician una relación que los lleva a una comunicación con reconocimiento y sientan las bases para un pacto tácito, espontáneo y voluntario de amistad. Y ante los contextos históricos concretos de la región, tal vez es el momento de recuperar nuestras capacidades afectivas, tanto las individuales como las de nuestra sociedad, derivadas del perdón y la comprensión de los hechos. Y por qué no hacerlo de la mano del joven poeta guatemalteco y su obra Oyonïk.

Oyonïk es la ceremonia de buscar el alma y reconciliarla con el cuerpo, a través de las palabras, el agua, el fuego y el xik'a'y; pues algunas veces el espíritu se queda atrapado en el sitio del miedo o la muerte, y es necesario traerlo de vuelta para enfrentar la vida. Oyonïk es una palabra en idioma maya kaqchikel y también es el título de la obra del joven escritor guatemalteco Julio Cúmez. Este poeta plantea el poemario de la búsqueda, de la reconciliación, del conocimiento que pertenece no sólo a las palabras sino a la tradición. Estos poemas nos permiten vislumbrar experiencias que son parte de lo ancestral, de lo que, habiendo sido olvidado, aún nos persigue. Como el mismo declama,

Aunque la memoria

sea eternamente un paisaje vasto

habrá que trazar siempre un camino de vuelta a casa.

Julio Cúmez es originario de una familia maya kaqchikel. Los últimos años de su vida han transcurrido en la capital de Guatemala; una ciudad que seguramente le ofrecía alguna ventaja en educación y motivado por las circunstancias socioeconómicas de su contexto familiar. Y este paso trascendental, resultado de su búsqueda reconciliatoria, le hizo confrontar una realidad ineludible: el hecho de vivir en una región, la centroamericana, y en un país, Guatemala, cercenado por la pobreza, con un grado de desigualdad amplio, que cimentó sus bases históricas en el racismo y la exclusión.

En palabras de este poeta, la desigualdad, la pobreza, el racismo y la corrupción gubernamental que aún nos tiene sujetos, son factores que han delimitado nuestras oportunidades y nuestros sistemas de vida. Sistemas de vida que se ven constantemente obligados a cambiar para no quedar al margen de una sociedad capitalista y voraz que nos obliga a dejar a un lado nuestras propias creencias y cosmovisiones para pertenecer a ella.

Y es que pensar en reconciliación es reconocer las voces en el pasado y en el presente por la lucha de nuestros derechos, a sabiendas de que la historia las ha silenciado. Es necesaria nuestra articulación cultural y política, en este tiempo, donde nuestra población es la más vulnerable, donde las condiciones de salud y alimentación son precarias, y la desigualdad es abismal. La solidaridad y la resistencia de las grandes luchas sociales nos ha enseñado que no hay reconciliación si no hay igualdad en las oportunidades ni equidad en la distribución de la riqueza. Y si en este mundo hay regiones desiguales, definitivamente una de ellas es Centroamérica, cuya historia está marcada por las élites políticas, los funcionarios y grandes empresas que capitalizan los recursos y el desarrollo y que buscan satisfacer sus intereses propios, a costa del bienestar colectivo.

Los poemas de Julio nos ayudan a percibirnos en esa vida que arde en todas las cosas como un fuego innombrable, dentro del que caminamos sin saberlo, “como si se tratara de una ofrenda de la vida a la muerte”. Porque Julio y su poemario es fuego. Y también es silencio:

ese silencio

que lee fuegos

que se consume en las palabras.

La historia ha sido contada desde los márgenes de la historia oficial, en especial, la historia de los pueblos indígenas de Centroamérica y sobre todo, la de los pueblos de Guatemala. Desde los silencios, Julio nos plantea que también es necesario pensar este tiempo fuera de los márgenes de productividad. Es ineludible pensar en nuestro futuro inmediato en el tejido social que nos constituye y en el que dejaremos. La recesión económica que se viene trae consigo grandes consecuencias no solo sociales, sino también ecológicas. Los territorios indígenas, los recursos naturales, estarán aún más expuestos a las industrias extractivas. El hueco económico será una excusa para arremeter contra nuestros sistemas naturales con el propósito de restablecer una economía excluyente.

Si Oyonïk es la ceremonia de buscar el alma y reconciliarla con el cuerpo, a través de las palabras, el agua, el fuego y el xik'a'y, este poemario de Julio Cúmez es el filamento que nos ayuda tejer los puentes necesarios para reconciliarnos con nosotros mismos, como individuos, para llenar el vacío en que, en la vigilia del día a día, duermen nuestros sentidos y olvidamos nuestros sueños.

Para el poeta Julio es esencial afirmar nuestra postura ante el futuro; dejar de pensar en el individualismo y pensar en esta comunidad que somos todos, que ha resistido a los embates más grandes del capitalismo. Esto para mantener el tejido que articulamos todos, mantener el hilo de nuestra propia historia. Y es con su poemario en el que nosotros todos podemos encontrar un lenguaje que, como los ríos, nos lleva a reencontrarnos en ese mar inconcebible que es el de la muerte, en el que todo vuelve a renacer.

En palabras de la escritora y editora guatemalteca Carmen Lucía Alvarado, Julio habla y reflexiona de la memoria de su país, pero con una conciencia desde el ser kaqchikel y su mundo mestizo, y también urbano. Para Carmen, la figura del poeta Julio Cúmez y su obra es una muestra del verdadero capital de Guatemala, que es la cultura. Naturalmente mestiza, pero sobre todo lo que empuja todo lo maya. Guatemala es un país ultra racista, pero es que a pesar del racismo lo que nos define es el mundo indígena. El racismo nos cercena hasta tal punto que se disocia el mundo indígena del no indígena, cuando en Guatemala es producto de una interculturalidad e hibridación que hace muy difícil descubrir la línea que define ambos mundos en uno solo. Carmen afirma que no tenemos la conciencia colectiva, no somos conscientes de la importancia que tiene nuestra práctica cotidiana y nuestra relación con el mundo a partir de lo maya, y de lo mestizo también. Y justo la obra de Julio patentiza la fuerza potencial que culturalmente Guatemala tiene; siendo el arte y especialmente las poesías, una de las pocas válvulas de escape, a veces de forma inconsciente.

Oyonïk de Julio Cúmez forma parte de una voz colectiva que da cuenta de la memoria poética del territorio ancestral que habitamos y de la herencia milenaria de nuestra palabra. El arte de Julio se vincula con las más diversas vías a posturas políticas pensadas a partir de la resistencia, porque debemos reconocer que la literatura de Centroamérica y concretamente la guatemalteca, es algo que trasciende a la palabra, que se funde con la memoria, que habla en distintos registros; que está escrito en papel, en piedra y en la voz; que la literatura es un tronco de incontables ramas que conecta con la profunda raíz ancestral que sostiene nuestra sensibilidad y nuestros símbolos.

En Centroamérica necesitamos reconciliación; porque como dice Julio,

Es hora de andar

Y dejar caer esa parte

que tanto te esfuerzas por mantener.

Una reconciliación que seguramente llegará si seguimos buscando y tejiendo versos que permitan que nuestras palabras y nuestra conciencia convivan con nosotros y pervivan con quienes no nacen aun, ya que asumirán la responsabilidad de la palabra en este territorio.

Y estamos seguros de que la poesía de Julio Cúmez será parte de esa fuerza que necesitamos para reconciliarnos con nosotros mismos y con nuestro entorno. Será como el viento, con un soplo de vida, reencarnados en un barrilete con los hilos rotos; sabiendo que intentamos volar, pero el horizonte también tiene alas y se aleja.

Julio Cúmez escribió Oyonïk y Catafixia editorial lo publicó en 2017, en su colección Bitol.

Julio Cúmez nació en 1995. Es un poeta guatemalteco de origen maya kaqchikel. Estudiante de antropología de la Escuela de Historia de la Universidad San Carlos. Su trabajo se encuentra publicado en el libro de ensayos Nuevo signo. Siete poetas para nombrar a un país por Editorial Cultura en 2018.

Es colaborador del colectivo artístico Kamin, una iniciativa de impulsar el arte en el municipio de San Juan Comalapa, del que el poeta es originario. Ha participado en diversos encuentros y festivales de poesía. En 2015, fue Ganador del certamen Diálogos Globales Guatemala. Algunos de sus textos se han publicado en blogs y revistas electrónicas. Oyonïk es su primer libro publicado por Catafixia editorial.


Fuentes consultadas:

  • Cúmez, Julio. Oyonïk. Guatemala: Catafixia Editorial, 2017. ISBN: 978-9929-591-42-4.

  • Poesía guatemalteca: Julio Cúmez (2021). En: Círculo de poesía (5 de julio). Recuperado de: enlace

  • Oxlaj Simón, Victoria Abigail (2022).Julio Cúmez. En: Primera siembra (11 de marzo). Recuperado de: enlace

  • Cúmez, Julio (2020). El tejido que somos: subjetividades. En: Ocote (9 de abril). Recuperado de: enlace

  • Gálvez Suárez, Arnoldo (2017). La Filgua, la felicidad y el vino. En: Nómada (12 de julio). Recuperado de: enlace

  • Méndez Salinas, Luis. Alvarado, Carmen Lucía (2017). La impostergable invención del presente: Literatura guatemalteca actual. En: Universidad de Cádiz. Recuperado de: enlace

  • López Martínez, Pilar. Navarrete Quan, Yosahandi (2018). "Editar en Guatemala es épico pero no imposible": entrevista a Carmen Lucía Alvarado. En: Istmo. Revista virtual de estudios literarios y culturales centroamericanos 36 (2018): 248-257. Recuperado de: enlace

  • Dalmasso, Simone (2019). Los procesos de reconciliación histórica: una comparación entre Perú y Guatemala. En: Plaza pública (15 de marzo). Recuperado de: enlace

  • The Network in Solidarity with the People of Guatemala (NISGUA) (2024). “Nos quisieron acabar. Nosotros nos levantamos para buscar justicia”. En: NACLA (25 de enero). Recuperado de: enlace

  • Fingado, Jorge Ernesto (2019). Reconciliación nacional. En: Diario de Centroamérica (27 de marzo). Recuperado de: enlace

  • Retos para Centroamérica en 2024: ‘insuficiencia democrática’ (2024). En: Estrategia & Negocios (13 de febrero). Recuperado de: enlace

  • Gutiérrez, Martha (2019). Negar el pasado: reparaciones en Guatemala y El Salvador. En: Open Edition Journals (97). Recuperado de: enlace

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