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El baúl de los sueños
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El baúl de los sueños

de Rigoberta Menchú Tum con Dante Liano

Las sociedades ágrafas transmitían su herencia cultural acumulada mediante lo que ahora se conoce como tradición oral. Ejerciendo esta transmisión, aquellos grupos sociales se dotaban de elementos ideológicos que les otorgaban cohesión social interna, legitimación política frente a otros grupos e identidad cultural diferenciada respecto de sus vecinos. En América Latina y especialmente en Mesoamérica, es muy generalizada esta forma de literatura basada en la oralidad, también denominada “oralitura”.

El antropólogo guatemalteco Carlos René García Escobar plantea que los textos literarios orales dan cuenta de una conciencia colectiva, de un sujeto trans individual, originario de los sectores populares ya sean del campo o la ciudad. Este reconoce dos tipos de oralidades: la Oralidad Maya centrada en los mitos de la creación, los mitos del maíz, el origen y significado de los objetos y la Oralidad Mestiza, centrada en las leyendas. La tradición oral es por lo tanto la transmisión del conocimiento popular de boca a oído, no institucionalizada, de padres y madres a hijas e hijos o, entre las generaciones de individuos en una comunidad o sociedad determinadas. De otro lado, en palabras del investigador antropólogo guatemalteco Celso A. Lara Figueroa, en Guatemala, los cuentos populares, además de cumplir funciones didácticas y conservadoras de elementos míticos y cosmogónicos, también desempeñan un papel de fortalecimiento de la identidad cultural.

El cuento de tradición oral tiene una extensa vigencia en toda Centroamérica, y en especial en Guatemala. En el seno de los grupos populares del campo y la ciudad cumple una función análoga a la de la novela en el ámbito erudito. Su papel es, pues, divertir, entretener y enseñar a través del ejemplo y la moraleja. Se trata de un mecanismo que revela las condiciones de vida, las frustraciones sociales y las aspiraciones del grupo social, a través del cuentero.

Las palabras heredadas de las generaciones pasadas, ya sean de los abuelos y abuelas, ya sean de las voces jóvenes de nuestros padres o de aquellos vecinos que nos contaron historias que, a su vez, a ellos también les habían contado, son nuestro legado oral de valor incalculable. Y el recordar estas historias nos hace retrotraernos no solo al relato en sí, sino a todo el escenario en el que nos lo contaron; historia y escenarios dan forma a esos recuerdos que enriquecieron la vivencia de escucharlos; lugares y momentos tan dispares y diversos como la cocina con fogón de leña, mientras la lluvia caía torrencialmente, a la sombra de un árbol en aquel momento en que se decidió descansar durante una caminata, tomando un café con un tamalito o un pan dulce, mientras se cocinaba o se hacía un descanso en las tareas del hogar. Estos espacios íntimos invitaban a contar historias y en algunas ocasiones, a revisitar las que ya sabíamos, pero desde un punto de vista de otro personaje diferente al que ya nos sabíamos de memoria.

La intimidad de lo cotidiano nos ofrece una conexión con lo irreal o tal vez, con lo real inventado por un imaginario compartido. Las mejores historias son las que se cuentan con diversidad de voces. Las historias de los abuelos y abuelas pueden ser geniales, pero está en nuestras manos crear nuevas para poder transmitir ese mismo sentimiento de genialidad a las generaciones venideras. Tal y como Rigoberta Menchú, junto a Dante Liano, hacen en su delicioso relato El baúl de los sueños.

“Habían pasado muchos truenos y lluvias y tempestades, y habían pasado también semanas o tal vez días o tal vez siglos, y habían pasado como ráfagas las ilusiones y los despertares después de un día de fiesta, ceremonias y conmemoraciones. Todo esto había pasado desde que el abuelo se extendió como una sábana en el campo de maíz y se puso a dormir, porque había contado al oído de su nieta Ixkem el legado de los ancestros, de los antepasados, el legado de las abuelas, de los abuelos.”

Así da inicio el maravilloso relato, El baúl de los sueños. Éste es el primero de una serie de seis cuentos en los que Ixkem, una niña guatemalteca, se acerca a la cultura y creencias de sus abuelos. Ixkem vive con su abuela y la historia comienza con un sueño: un quetzal había bajado a comerse sus frutillas y cómo Ixkem le cuenta a su abuela ese sueño que había tenido. Un sueño que, de la mano de Rigoberta Menchú, nos regala la oportunidad de apreciar e interpretar el mundo desde la realidad maya y con cuya simbología nos permite ver, entender y relacionarnos con el mundo, con nosotros, con la sociedad y con la misma historia. 

Rigoberta Menchú realiza un ejercicio metaliterario con El Baúl de los sueños. Está compuesto por 14 relatos en los teje a Ixkem, sus aventuras, sus ocurrencias con otros relatos fabulados que nos ayudan conocer y comprender el intenso mundo cultural maya. El baúl de los sueños nos sumerge en el profundo mundo de la cosmovisión maya a través de los diferentes relatos:

El sueño de Ixkem / Abuelos y abuelas / La misión de Ixkem / Q’uq’ulkan, el abuelo de la magia / Los antepasados de Ixkem / Los gemelos magos / Ixkem debe luchar conta el olvido / La fiesta de Ixkem / Comienza la fiesta / Llegan los b’e’n / El cuento del alacrán y la tortuga / Sigue la fiesta / La niña que tenía una piedra mágica / Final de fiesta.

La Cosmovisión maya plantea que es la humanidad la que debe de aprender por sí misma, a construir sus propias vías de desarrollo social. La meta sigue siendo el goce de las diferentes etapas de la vida, eso sí, liberado de temores y de sumisión de los esquemas estructurales violentos y que los seres humanos somos partes de la naturaleza y no en posición de dominio o control sobre ella; somos un mundo interdependiente y por eso somos un eslabón más de la red cósmica. Y Rigoberta Menchú dibuja con hermosas palabras un camino simbólico, en forma de cuento, para aprender e interiorizar la visión de las poblaciones mayas sobre la vida, el mundo y nuestro entorno.

En el relato El sueño de Ixkem, el quetzal casi nunca se puede ver de cerca, porque a la vez es un pájaro y es una serpiente. En ocasiones se desliza entre los cerros, debajo de las majestuosas piedras llamadas peq ab'aj, y enrollado como bejuco alrededor de los volcanes ardientes de fuego o simplemente se desliza sobre la tierra o tal vez se desliza entre las nubes blancas llevado por los vientos. Es un pájaro que conoce su majestuosidad y está siempre en los bosques húmedos, cubierto por las ramas de los árboles, confundido entre sus hojas, esfumado en la niebla perpetua de esos lugares. Por eso Ixkem gritaba a sus abuelos, la abuela y el abuelo, para que vinieran a ver el espectáculo increíble del ave serpiente esmeralda que picoteaba frutillas. El Kukulkan o "Serpiente Emplumada", era uno de los dioses más importantes dentro de la mitología maya. Representaba la dualidad entre lo terrenal y lo celeste, así como la fertilidad y la renovación.

Ixkem describe que el pecho del quetzal era rojo, resplandeciente, pero era un sol que se podía ver sin encandilarse, como esos soles gigantescos que se van hundiendo en el horizonte cuando hay demasiado calor, naranjas o duraznos pacíficos se van recortando mientras entran las sombras azules de la primera oscurana. El Ahau era un símbolo solar y representaba al dios sol en la cultura maya. Era asociado con el poder y la divinidad, y se le atribuían características protectoras y benéficas.

En el relato Final de fiesta, dos nubes se enfadan porque no fueron invitadas a la fiesta de Ixkem, desatan un aguacero que termina animando aún más la fiesta. El Chaac era el dios de la lluvia y representaba la fertilidad y la prosperidad en la agricultura. Era reconocido por su capacidad para traer beneficios a la naturaleza y a la vida de los seres humanos.

En el relato, los gemelos magos, nos narra la historia de Junajpu e Ixb’alam, antepasados de Ixkem, como eran todos los mayas. Ellos nacieron antes de la creación de los seres humanos, nacieron antes que los cuatro conejos amarillos vinieran de los cuatro extremos del mundo, nacieron antes que se echaran las semillas del sagrado tz’ite’, para descubrir de qué materia estarían hechos los seres humanos. Y la adivinación de semillas de tz’ite’ dijo que los seres humanos deberían estar hechos de maíz, nuestro alimento, la sustancia sagrada. En la mitología maya, el maíz es un símbolo fundamental, representando la vida, la fertilidad y la subsistencia. Se consideraba un regalo de los dioses y estaba estrechamente vinculado con la creación de la humanidad. Todo fruto nace del brote de una semilla. La semilla es una totalidad y realidad del pasado que sostiene y posibilita la vida del presente y el futuro. En ella está contenida toda la herencia genética milenaria de la especie y también la herencia energética millonaria del Cosmos. La semilla brota, madura, sostiene y se multiplica incesantemente.

En el relato La fiesta del bosque, la marimba suena a abuelos y abuelas, suena a caminos añejados por el tiempo, suena a un palo de hormigo que se enfermó de nostalgia en medio de la gran selva. Y es que el bosque representa una parte esencial de la cosmovisión maya. Pues la interrelación social es fundamental y de allí que el consenso es fundamental en todos los órdenes de la vida, en donde la consulta, el diálogo y ponerse de acuerdo son elementos centrales de la colectividad para mantener la armonía y el equilibrio social y con el cosmos.

La fiesta que ha organizado la abuela a Ixkem para festejar su misión sagrada en esta vida, esto es la de ser memoria de su pueblo para luchar contra el monstruo que nos obliga a repetir los errores del pasado, toda la fauna del bosque ha sido invitada: taltuzas, palomas, perros, gatos, patos, el Xar, el Tukur, el puma, el señor conejo, el tepezcuintle, el señor marrano, el señor sapo y el señor rana y a sus respectivas esposas; y también a los zancudos, abejas, moscas, jejenes y mosquitos, sin olvidar al señor Mico y su esposa, las gallinas, don Caballo y doña Yegua y varias especies de pescado; al señor gavilán, al señor ratón y don tacuacín; a varias especies de mariposas, al escuadrón de armadillos, pizotes y en definitiva a cuantos animales había en el bosque porque todos eran amigos de Ixkem.

Y es que la fiesta del bosque es una ceremonia maya, que se conecta con la personalidad familiar y colectiva del universo, la madre naturaleza y con los abuelos y abuelas que han partido de este mundo y que de alguna manera están con los vivos. La espiritualidad manifiesta respeto en la diversidad existente sobre la madre naturaleza, armonía y equilibrio entre el ser humano y la madre tierra. Esto permite al ser humano encontrarse con su sentir para que pueda llevar un proceso de transformación en donde busca la plenitud personal y  colectiva. Y como la abuela de Ixken expresa: “las personas que amamos están dentro de nosotros y el amor que sentimos por ellas se vuelve, por esa magia, amor por nosotros mismos”.

En El baúl de los sueños, el corazón rojo del quetzal dice que Ixkem tiene una misión que cumplir. Dice que Ixkem llegará a saber la cuenta de los días, conocerá los colores de los cuatro puntos de la tierra, sabrá lo que significa el día y la noche, será con el tiempo una ajq'ij, será maestra, será tejedora de sueños y podrá ver y anunciar el futuro orientada por sus nawales; será una persona que enseña a los niños la tradición de los antiguos, de los magos maestros que descubren a los elegidos las virtudes de las flores y las plantas. El corazón rojo del quetzal dice que Ixkem ha venido al mundo para ser la memoria de los demás. El corazón rojo del quetzal dice que Ixkem rescatará lo sucedido del olvido para recordar hasta lo que no se quiere recordar".

En palabras de Rigoberta Menchú, el tesoro más grande que tenemos en la vida es la capacidad de soñar. En los momentos más difíciles, en las situaciones más duras y complejas, somos capaces de soñar con un futuro más hermoso. Rigoberta Menchú ofreció el discurso Sueños de Paz, que fue pronunciado en la Universidad Loyola Marymount de Los Ángeles el 18 de octubre de 2005. En este, ella afirmó que ella “también yo he aprendido a soñar con un mundo mejor. Yo sueño. Sobre todo, cuando yo estaba en el exilio, yo decía: “Guatemala tiene que ser un país próspero, tiene que ser un país exitoso. Nuestra cultura maya tiene que volver a florecer, en la ciencia, en la tecnología. Tiene que ser parte de esta humanidad, y que salgan adelante los mayas”. Yo pues, he soñado, por más de veinte años de mi vida, un país perfecto, lindo, hermoso, próspero. Pero también he aprendido que sólo soñar no basta”.

Rigoberta Menchú quiere caminar sobre la tierra y quiere gozar sobre ella en los años que le quedan para vivir en pro de una causa grande. Cree que hay que sembrar nuevas utopías y reafirmar otras, para alcanzar la aspiración de justicia y de dignidad humana que reclaman los pueblos. Sus pueblos mayas me enseñaron que los sueños nacen con nosotros, pero todo sueño necesita ser cultivado y cosechado. Ella sólo deja que sus sueños caminen por el tiempo, para que la humanidad los cultive a su favor.

Tal vez Rigoberta e Ixkem, la protagonista de El baúl de los sueños, comparten la misma misión de recordar. Era la memoria de su abuela, la memoria de su abuelo, la memoria de sus antepasados. Tal vez ambas nacieron para luchar contra el olvido. Y eso les dio paz, la llave para entrar con paso firme en los campos secretos del sueño.


Rigoberta Menchú y Dante Liano escribieron El Baúl de los sueños, Josel lo ilustró y la editorial de la Universidad de Guadalajara la publicó en 2016.

Rigoberta Menchú Tum nació en 1959. Política y activista guatemalteca cuya lucha por los derechos de los indígenas fue reconocida con el premio Nobel de la Paz en 1992. Hija de Vicente Menchú y Juana Tum, Rigoberta Menchú nació en una numerosa familia campesina de la etnia maya-quiché. Tras una dura infancia y adolescencia, la guerra civil de Guatemala sigue sembrando de dolor su vida, marcada por los asesinatos de su hermano, padre y madre. Mientras dos de sus hermanas optaban por unirse a la guerrilla, Rigoberta Menchú inició una campaña pacífica de denuncia del régimen guatemalteco y de la sistemática violación de los derechos humanos de que eran objeto los campesinos indígenas. Para escapar a la represión se exilió en México, donde en 1983 se publicó su autobiografía, titulada Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia. Con el respaldo de Desmond Tutu, Adolfo Pérez Esquivel y otras personalidades que apoyaron su candidatura, la labor de Rigoberta Menchú fue reconocida con el premio Nobel de la Paz en 1992, coincidiendo con los actos oficiales del quinto centenario del descubrimiento de América, celebraciones a las que Rigoberta se había opuesto por ignorar las dimensiones trágicas que aquel hecho tuvo para los indígenas americanos. Su posición le permitió actuar como mediadora en el proceso de paz entre el Gobierno y la guerrilla iniciado en los años siguientes, que culminó en el año 1996 con la firma de los acuerdos de paz. A partir de entonces, después de la desmovilización del Ejército y de la guerrilla, trabajó activamente en la reincorporación de los exiliados de la guerra a sus lugares de origen. En 1998 fue galardonada con el premio Príncipe de Asturias. Es doctor Honoris Causa por más de 20 universidades de América latina, Asia y Europa.

De su obra literaria podemos mencionar algunos títulos publicados como Xamá, El legado de secreto, Yo Rigoberta Menchú, Hacia una cultura de la paz, Rigoberta, la nieta de los mayas, Agua y humanidad, una existencia recíproca, El clamor de la tierra, K´aslemalil vivir: el caminar de Rigoberta Menchú Tum en el tiempo, Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, Li min una niña de Chimel y El vaso de miel.

Dante Liano nació en 1948. Escritor y crítico literario, comenzó a publicar narrativa desde muy joven. En 1974, ganó el Primer Premio en la sección Novela, con Casa en Avenida, en los Premios Literarios Centroamericanos de Quetzaltenango. De 1975 a 1977 vivió en Florencia. En 1978 regresó a su país, donde publicó Jornadas y otros cuentos. Otros libros de cuentos son: La vida insensata publicado en 1987 y Cuentos completos 2008. La persecución contra los docentes universitarios lo decidió a dejar el país en 1980. Se estableció en Italia, donde se dedicó a la enseñanza universitaria. Actualmente es profesor de literatura española e hispanoamericana en la Università Cattolica del Sacro Cuore de Milán, Italia. Ha publicada varias novelas, entre ellas: El lugar de su quietud en 1989, El hombre de Montserrat, en 1994, El misterio de San Andrés, en 1996, El hijo de casa en 2004, Pequeña historia de viajes, amores e italianos en 2008, El abogado y la señora en 2017 y Requiem por Teresa en 2019. Con Rigoberta Menchú ha colaborado en la publicación de 6 libros de relatos mayas. Entre los muchos galardones recibidos destacaremos la Mención Honorífica en los Juegos Florales Centroamericanos en 1972, el Primer premio de los Juegos Florales Centroamericanos de Quetzaltenango en 1974, Finalista del Premio Herralde de Novela, en los años 1987 y 2002 y el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias en 1991. El autor tiene en internet una provocadora bitácora de opinión llamada dantelianoblog.


Fuentes consultadas:

  • Menchú Tum, Rigoberta y Liano, Dante. El baúl de los sueños. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2016. ISBN: 978-607-742-667-7.

  • Rigoberta Menchú, activista de los derechos humanos de Guatemala y ganadora del Premio Nobel de la Paz (2018?). En CNDH México). Recuperado de: enlace

  • Fernández, Tomás y Tamaro, Elena (2004). Biografía de Rigoberta Menchú. En Biografías y Vidas. Recuperado de enlace

  • Menchú Tum, Rigoberta (2006). Sueños de paz. En CHICANA/LATINA STUDIES 5:2 Spring. Recuperado de enlace

  • Martín Sánchez, Raquel (2002?). Rigoberta Menchú, 10 años de compromiso con la paz. En Universidad de Colima. Recuperado de enlace

  • Chuc Xum, Juan Everardo (2023). Cosmovisión Maya. En Diario de Centroamérica (6 de marzo) . Recuperado de enlace

  • La cosmovisión maya sigue siendo un pilar fundamental para fortalecer la cultura  (2021). En Consejo del Pueblo Maya (21 de mayo). Recuperado de enlace

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